La Coordinadora del Proyecto "Escuela Espacio de Paz", Gema Padilla, nos remite el programa de actos a realizar, con motivo de la conmemoración del día de la paz, el próximo día 30 de enero.
Os recordamos que en la bitácora "La aventura de leer" , celebramos esta efeméride con poesía.
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El
acto tendrá lugar en el salón de 11:00 a 11:45 horas, el
Miércoles 30 de Enero.
La
coordinadora del Plan Escuela Espacio de Paz os invita a conversar
en las diferentes clases sobre las normas de esta, sobre experiencias
de los niños y niñas con relación algún conflicto de las noticias
diarias y/o del propio centro y que haya sido solucionado mediante el
diálogo y la comprensión por ambas partes. Hablaremos también
sobre la importancia de la familia fomentando la cooperación y
ayuda, a fin de que los alumnos/as se den cuenta de la importancia
que tiene las actitudes de diálogo y respeto entre los miembros de
la familia y entre los miembros de clase.
En
los días previos también trabajaremos, las actividades previstas en
las actividades complementarias.
Explicaremos
a los niños/as el por qué se celebra el 30 de enero el Día de la
Paz:
El
30 de enero se celebra el día Mundial de la no violencia y la Paz en
recuerdo a Gandhi que murió asesinado el 30 de Enero de 1948.Ghandi
era un hombre de Paz por que consiguió ganar una guerra con la Paz.
Su lucha fue la no-violencia y era la primera vez en la historia que
se conseguía un territorio sin lucha armada, simplemente con el
diálogo y la verdad.
ACTO
COMÚN: Miércoles, 30 de enero, de
11:00 a 11:45 horas.
Para
el acto quedaría muy bien que ese día todo el alumnado y el
profesorado viniéramos con un jersey, camisa o camiseta blanca.
Se
les repartirá a los alumnos/as de Infantil una poesía “La blanca
Paloma” para después leerla en el acto común los representantes
de cada curso que vosotros queráis, a los alumnos de Primaria se les
repartirá una frase, por clase, de Gandhi, para también leerla en
el acto común los representantes de cada curso que vosotros queráis.
Además se les repartirá a cada alumno/a dibujos de unos niños/as
de diferentes razas para colorearlos (un dibujo por niño) y después
pegarlos en el mural que habrá en el salón de actos (silueta de
la huella de una paloma: símbolo de la paz).
El
acto se desarrollará de la siguiente forma:
Se irá llamando a
los cursos, comenzando por los más pequeños para que se vayan
sentando en el salón de actos.
Después
disfrutaremos de un video alusivo al tema de la paz y la
convivencia, llamado BULLY DANCE.
Una vez finalizado
el video, subirán al escenario los representantes de cada curso,
primero leerán la poesía los alumnos/as de Infantil y después
los de primaria las frases de Gandhi.
Seguidamente
subiremos cada curso al escenario, acompañados por su tutor/a
comenzando por los más pequeños a pegar el dibujo de los niños de
diferentes razas para formar la huella de la paloma.
Una vez que todos los
alumnos/as hayan pegado el dibujo en el mural iremos saliendo en
orden, procurando que no se aglomeren las salidas.
Parece que ultimamente las películas de cine mudo y en blanco y negro,
están acaparando premios y alcanzando un notorio éxito de público,
hecho que puede resultar paradójico hoy día.
La Editorial Edelvives ha
realizado está película titulada El silencio de los libros, para
presentar y promocionar sus obras premiadas en Ala Delta, Alandar y
Álbum ilustrado 2012. Que fueron para los libros "Un intruso en mi cuaderno", "Antares" y "El hombre que quiso conocer a la Luna".
Una forma diferente y original que esperamos ayude a difundir la literatura infantil y juvenil.
En estos vídeos podéis encontrar una versión resumida de la entrega de los Premios y la película integra.
Andersen, desarrolla esta narración en Nochevieja, la última noche del año.Mientras se celebra el final del año y el nacimiento de uno nuevo, del que todos esperarán mejor fortuna, la pobre cerillera ajena a todo, se afana por vender sus cerillas y mitigar el tremendo frío invernal.
¡Qué frío hacía!; nevaba y comenzaba a oscurecer; era la
última noche del año, la noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella
oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña, descalza y con la cabeza
descubierta. Verdad es que al salir de su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué
le sirvieron! Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a
la pequeña le venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle
para librarse de dos coches que venían a toda velocidad. Una de las zapatillas
no hubo medio de encontrarla, y la otra se la había puesto un mozalbete, que
dijo que la haría servir de cuna el día que tuviese hijos. Y así la pobrecilla andaba descalza con los desnudos
piececitos completamente amoratados por el frío. En un viejo delantal llevaba un
puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el santo día nadie le
había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín; volvíase a su casa
hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla! Los copos de
nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le cubrían el
cuello; pero no estaba ella para presumir. En un ángulo que formaban dos casas -una más saliente
que la otra-, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo. Encogía los
piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra parte,
no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni recogido
un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío
también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese
a la paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas. Tenía las
manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se
atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los
dedos! Y sacó uno: «¡ritch!». ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara,
cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa.
Le pareció a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro,
con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y
calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se
extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto
de la consumida cerilla en la mano. Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre
la pared, volvió a ésta transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver
el interior de una habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un
blanquísimo mantel y fina porcelana. Un pato asado humeaba deliciosamente,
relleno de ciruelas y manzanas. Y lo mejor del caso fue que el pato saltó fuera
de la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor y un cuchillo a la
espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita. Pero en aquel momento se apagó el
fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared. Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró
sentada debajo de un hermosísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito
que el que viera la última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en
casa del rico comerciante. Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de
éstas colgaban pintadas estampas, semejantes a las que adornaban los
escaparates. La pequeña levantó los dos bracitos... y entonces se apagó el
fósforo. Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de
que eran las rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó
en el firmamento una larga estela de fuego. «Alguien se está muriendo» -pensó la niña, pues su
abuela, la única persona que la había querido, pero que estaba muerta ya, le
había dicho-: Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios. Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el
espacio inmediato, y apareció la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.
-¡Abuelita! -exclamó la pequeña-. ¡Llévame, contigo! Sé
que te irás también cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la
estufa, el asado y el árbol de Navidad. Se apresuró a encender los fósforos que
le quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y los fósforos brillaron con luz
más clara que la del pleno día. Nunca la abuelita había sido tan alta y tan
hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas las dos en un gran resplandor,
henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia las alturas, sin que la pequeña
sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios Nuestro Señor.
Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada
descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la boca sonriente... Muerta,
muerta de frío en la última noche del Año Viejo. La primera mañana del Nuevo Año
iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus fósforos, un paquetito de los
cuales aparecía consumido casi del todo. «¡Quiso calentarse!», dijo la gente.
Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en
compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.