Alumnas palestinas en una escuela del barrio de Shejaiya en Gaza. Foto: AFP |
Mediados de septiembre, comienza el curso, las clases se llenan otra vez de voces, abrazos, risas. El alumnado comienza un nuevo curso escolar, para algunos el reencuentro, unos pocos son nuevos en la escuela.
El alumnado y profesorado de sexto curso de primaria, echa de menos a un compañero. Ahmad no ha venido. ¿Alguien sabe por qué no viene?, hay algunos rumores. Poco después, nos enteramos por su padre de que no sólo él, sino sus otros tres hermanos y su madre, no están en España.
Coincidiendo con las vacaciones estivales, viajaron a Gaza, para pasar unos días con sus familiares y acompañar a su abuelo enfermo, hasta aquí todo normal. Pero cuando decidieron regresar a España, no pueden, se lo impiden. El paso de Rafah está cerrado.
El padre empieza su periplo para encauzar esta situación y propiciar el regreso de su familia,todos ellos con nacionalidad española (los cuatro hijos han nacido en España).
Contacta con la Embajada de España en Egipto y con el Consulado de España en Jerusalén, acude a los medios de información, sin mucho éxito.
Sus compañeros de clase no lo entienden, nadie lo puede entender, pero la familia sigue sin poder regresar a su país.
Además el padre aquejado de una dolencia cardiaca empeora, seguro que debido a la tensión, la tristeza y la desesperanza en la que se encuentra.
No queda mucho para acabar el trimestre y la silla de Ahmad sigue vacía, su presencia se echa en falta.
Según parece la madre y los tres hijos menores ya han partido hacía El Cairo, pero la hija mayor sigue en Gaza al ser mayor de edad, argumentan que puede viajar sola.
Ojalá que la silla de Ahmad no tarde mucho en estar ocupada de nuevo.
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