LAURA
Así empieza la historia...
Era el primer día de instituto, y como la mayoría de los
alumnos, Laura no conocía a nadie.
Ésta, estaba muy nerviosa por el hecho de que no conocía a nadie, pero sus padres la intentaban convencer de
que le iría
bien
en su primer día. Ella
siempre
era
muy amable
y
cariñosa con
todo
el mundo,
así que haría
pronto nuevos
amigos.
Al empezar
las clases,
Laura entró a una de las
aulas.
Se fijó
detenidamente
en los que serían
sus
nuevos compañeros. Vio a un grupo de chicas que estaban hablando entre ellas con mucha confianza, como si se conocieran de toda la vida. Y así era, se conocían desde que estaban en el colegio. Laura, se intentó acercar a ellas, para intentar
nuevos compañeros. Vio a un grupo de chicas que estaban hablando entre ellas con mucha confianza, como si se conocieran de toda la vida. Y así era, se conocían desde que estaban en el colegio. Laura, se intentó acercar a ellas, para intentar
presentarse, pero
en ese
instante
un
señor un poco
mayor
pidió
silencio y segundos
después,
ordenó
que
todos se sentaran en
algún pupitre.
Éste iba a ser el nuevo tutor.
Mientras el profesor
se
presentaba
a
sus
nuevos alumnos,
Laura
seguía
mirando a su alrededor.
Ya había
localizado en
que
pupitres se habían colocado las
chicas
de
antes. También
miró a
un
chico
que
estaba
sentado
dos
mesas
más a la derecha de ella, y le pareció bastante guapo.
Cuando el profesor terminó de hablar sobre él, anunció que uno a uno dijeran su nombre en voz alta, para que se conocieran entre todos mejor.
-Empecemos
por ti- Dijo el profesor. -Dinos
como te llamas.
-José. Se escuchó tras
unos segundos.
-¿Y tú? ¿Cómo te
llamas tú?. Volvió
a preguntar el
profesor.
-Yo... Yo me llamo Claudia.
-Bien, bien...
¿Y
tú? -Dijo mirando a Laura.
Ésta estaba embobada mirando a sus compañeros, y
no se enteró de que el profesor la había llamado.
-Eh.. ¿Qué?.
Dijo despistada Laura. Algunas
risas
se oyeron en la
clase.
-¿Que... Que cómo
te llamas...?. Dijo
el
maestro.
-¡Ah...! Laura. Me llamo
Laura.
-Bien, ya sabemos
que te llamas Laura, no
te vuelvas a despistar ¡eh!... Rió
el profesor.
-No, no me despisto
más.... Finalizó Laura, un poco avergonzada por el despiste.
Los alumnos siguieron presentándose uno por
uno, hasta que al final terminaron todos.
-Bien, ya nos conocemos todos. Declaró el maestro.
-Como es el primer día, os dejo que salgáis al recreo y que os conozcáis un poco más.
-Como es el primer día, os dejo que salgáis al recreo y que os conozcáis un poco más.
Laura salió un poco deprisa, ya que seguía avergonzada. ''Todo el mundo tiene derecho a equivocarse''. Pensó. ''No pasa nada''.
Así, al decirse ésto, se tranquilizó un poco... ''Además, porque me haya despistado un poco tampoco pasa nada tan grave''.
Así que ésta salió con los demás de su
clase hacia el recreo.
Cuando estaba a punto de salir por la puerta...
pasó un chico bastante fuerte que empujó a Laura. Éste, ni se dio cuenta de que la había tirado, pero Laura se cayó al suelo y se hizo bastante daño. Pocos segundos después, se dio cuenta de que estaba tirada en mitad del suelo y se encontraba rodeada de las risas y burlas de otros chicos. Laura, se levantó, y simplemente, se
fue corriendo.
Se sentó en una esquina. Estaba allí, ella sola, mirando hacia todos lados. ''El día va de mal en peor... Espero que
ya no me vuelva a pasar nada malo por
hoy...''. Pensó.
Poco segundos después, el grupito de chicas que antes había visto Laura, se acercaron a ella... Comenzaron a burlarse por su despiste y por la caída de hace unos minutos.
Mientras las chicas se reían de Laura, ella permanecía allí, sentada en la esquina, mirando fijamente a las chicas y callada, sin decir nada. Finalmente, las chicas se cansaron de
Laura, ya que ésta no
les decía nada,
y se fueron.
Cuando por fin se marcharon, Laura estuvo a punto de llorar... ''Yo no tengo la culpa de que me haya ocurrido
ésto... ¿Por qué se rien de mi?... Esto le podría pasar a cualquiera...'' Se volvió a decir asi misma". ''Mejor me espero aquí sentada hasta que termine la hora del recreo para que no me pase nada más.''
Terminó la hora del recreo. Todos
entraron a clase.
El profesor
mandó algunos ejercicios de repaso sobre
lo que habían aprendido años
anteriores.
Todos los
hicieron sin dificultad,
aunque algunos
no se acordaban de ciertas
cosas.
Laura los terminó rápidamente. Ella era muy estudiosa y se sabía todo
lo que preguntaban en los
ejercicios.
Más tarde,
por
fin era la hora
de
volver a casa. Todos
se
fueron, la mitad de los de la clase se fueron
acompañados de los
nuevos amigos
que
habían
hecho en
su
primer
día.
Laura no se fue sola. Cuando estaba casi saliendo por
la puerta, una de las chicas
del grupo de antes se acercó
a ella.
-Hola. Dijo la chica.
-Hola... Respondió
Laura
-¿Vienes
a reírte de mi...?. Añadió.
-No, yo no. Respondió la chica.
-Mira, entiendo lo que te ha pasado. Primero te has despistado en clase... Por eso no pasa nada. Y segundo, un
chico te ha empujado y te has caído. Tú no te querías caer, no tenías la culpa. Me da igual que mis otras amigas se hayan reído
de tí. Yo te comprendo...
Dijo la chica, muy segura de lo
que decía.
-Por cierto... Tu nombre es...
-Mi nombre es Natalia, el tuyo es... Laura... ¿No?
-Sí, sí, Laura.
Respondió
con
buen humor.
Siguieron hablando
un
rato, para
conocerse mejor. Acabaron llevándose bastante bien,
así que decidieron quedar esa misma tarde en casa de Laura, y después
dar
una vuelta.
A la tarde, Natalia llegó
puntual a casa de su nueva
amiga;
justo a las
5:30.
Estuvieron
un
rato en
casa
estudiando unas hojas que les había mandado el profesor para el día siguiente, y depués salieron a la calle. Fueron hacia el parque que más cerca estaba de casa de Laura. Allí, se sentaron en un banco y empezaron a hablar sobre sus gustos, y cosas de ese tipo... Aproximadamente, media hora después, las chicas del grupo de Natalia aparecieron por el parque,
también estaban dando una
vuelta. Cuando encontraron a Natalia con Laura, todas se enfadaron.
-¿Qué haces con la niña esa?. Preguntó una
de las chicas.
-¿Qué pasa, no me puedo juntar con
quien yo quiera?.
Se
defendió Natalia.
-Pero... ¿Cómo
te puedes estar juntando con
esa?...
Si es
una torpe. Dijo otra de las
chicas.
-¿Torpe? ¡Imagínate que lo que le ha pasado a ella te pasa a ti!. Gritó Natalia, enojada por lo que le habían
dicho a Laura.
Todas las chicas
se callaron.
-Mirad, Laura me cae muy bien... Casi mejor que vosotras. Ella al menos no critíca a nadie. Finalizó Natalia,
con un tono calmado.
Guardaron todas un
poco de silencio...
Por fin, una
saltó: -Tienes razón...
-¿Pero qué dices?. Gritó
la chica que más enfadada parecía estar.
Las otras dos chicas
del
grupo (eran cuatro) le dieron
la razón a Natalia.
-Pues es verdad...
-Sí, tiene razón... Dijeron.
Natalia sonrió. Las chicas que estaban de acuerdo, se fueron con Laura y Natalia, y dejaron sola a la que no
quería aceptarlo.
Cuando Aurora y Gloria, que eran las otras
dos chicas, se fueron a conocer a Laura,
ésta les cayó muy bien. Las cuatro se quedaron hablando sentadas en un banco sobre sus cosas y se llevaron muy bien...
Así, aprendieron que no se puede juzgar a una persona sin
conocerla.
Rosa María Sánchez Martínez. 6º Curso de Primaria.
UN FIN DE SEMANA EN EL CAMPO
Había una vez unos abuelos que vivan en una parcela en el campo, rodeados de animales. Durante la semana, vivan solos cuidando los animales. Cuando eran más felices era el fin de semana, porque sus nietos Ramón y Juan iban a estar con ellos.Llegaban el viernes, cuando terminaban el colegio y se acostaban muy pronto para levantarse cuando cantara el gallo.
El sábado después de desayunar, iban a coger los huevos y a limpiar el gallinero. Luego cogían las frutas y las verduras del huerto. Por la tarde hacían una barbacoa.
El domingo por la mañana, el canto del gallo los despertaba y salían corriendo para ver los huevos que ponían las gallinas, después ayudaban a su abuela a cocinar la paella.
A la caída de la tarde venían sus padres a recogerlos y se iban, esperando de nuevo el fin de semana.
Manuel Jesús Muñoz Alva. 2º Curso de Primaria.
UN FIN DE SEMANA EN EL CAMPO
Había una vez unos abuelos que vivan en una parcela en el campo, rodeados de animales. Durante la semana, vivan solos cuidando los animales. Cuando eran más felices era el fin de semana, porque sus nietos Ramón y Juan iban a estar con ellos.Llegaban el viernes, cuando terminaban el colegio y se acostaban muy pronto para levantarse cuando cantara el gallo.
El sábado después de desayunar, iban a coger los huevos y a limpiar el gallinero. Luego cogían las frutas y las verduras del huerto. Por la tarde hacían una barbacoa.
El domingo por la mañana, el canto del gallo los despertaba y salían corriendo para ver los huevos que ponían las gallinas, después ayudaban a su abuela a cocinar la paella.
A la caída de la tarde venían sus padres a recogerlos y se iban, esperando de nuevo el fin de semana.
Manuel Jesús Muñoz Alva. 2º Curso de Primaria.
EL PEQUEÑO MARINERO
Había una vez, un niño que pescaba con su padre en la mar. Pescaban por las noches y en invierno, pasaban mucho frío y miedo para sacar algo de dinero.
Pero un día, mientras Budi estaba en el colegio, recibió la noticia de que su padre había muerto en la mar. Budi se hizo una promesa, que nunca más pescaría sin su padre.
Con el tiempo se hizo legionario y cuando miraba hacía el mar, se acordaba de su padre.
Borja Rodríguez Romero. 1º Curso de Primaria.
LA HISTORIA DEL CONEJO
Un día estaba en la parcela y mi abuelo fue a pasear a los perros y yo no me di cuenta.
Estuve esperando y al rato apareció con un conejo en el bolsillo del abrigo, yo quería quedármelo de mascota, pero decidimos soltarlo en el campo.
Ismael Valderrama. 1º curso de Primaria.
Había una vez, un niño que pescaba con su padre en la mar. Pescaban por las noches y en invierno, pasaban mucho frío y miedo para sacar algo de dinero.
Pero un día, mientras Budi estaba en el colegio, recibió la noticia de que su padre había muerto en la mar. Budi se hizo una promesa, que nunca más pescaría sin su padre.
Con el tiempo se hizo legionario y cuando miraba hacía el mar, se acordaba de su padre.
Borja Rodríguez Romero. 1º Curso de Primaria.
LA HISTORIA DEL CONEJO
Un día estaba en la parcela y mi abuelo fue a pasear a los perros y yo no me di cuenta.
Estuve esperando y al rato apareció con un conejo en el bolsillo del abrigo, yo quería quedármelo de mascota, pero decidimos soltarlo en el campo.
Ismael Valderrama. 1º curso de Primaria.
La leyenda Del Medallón
En el año 1742,Minerva,una mujer de
unos 21 años más o menos,alta,morena,inteligente y bella (según decían),se
debía casar con un hombre que no amaba,por un matrimonio concertado que los
padres de ambos habían planeado desde que ellos eran niños.
Ella ya estaba enamorada de otro
hombre cuyo nombre era Edward. Este era hijo de una sirvienta que trabajaba en
la casa de Minerva. Ambos se habían criado juntos y ambos tenían la misma edad.
Cuando Edward se enteró de la
noticia de que su amada ya estaba prometida,le propuso que se
escaparan,lejos,donde jamás los encontraran. Minerva contestó que si por ella
fuera se iría al fin del mundo con tal de estar con él.
Así que a la mañana siguiente,al
alba,Edward llamó a la puerta del balcón de su amada tirado unas piedras contra
este y Minerva le echó unas sábanas que ella,astutamente,había entrelazado para
que su amado las cogiera y ella pudiera deslizare por ellas para bajar. Así lo
hicieron. Cuando ella ya estuvo abajo Edward le dijo que tenían que darse prisa
en coger unos caballos e irse de allí de inmediato. Fueron corriendo a los
establos a por dos caballos pero allí... Había una sorpresa. Se encontraba allí
el padre de Minerva. Este,con ira,le dijo a uno de sus lacayos:
Acto seguido dos hombres grandes,uno
rubio y otro moreno,se llevaban a rastras a Minerva a sus aposentos mientras
esta lloraba por su amado desconsoladamente. Edward se encontraba agarrado por
ambos brazos por otros dos lacayos del padre de Minerva. Este le amenazó:
-Chico,¡aléjate de mi hija! ¡Ya está
prometida y como vuelvas a acercarte a ella...! -ahora movió un poco la mano y
el quinto lacayo y último pegó a Edward un puñetazo en toda la tripa.
-Eso para que aprendas-dijo el padre
de Minerva-No vuelvas a acercarte a mi hija.
Dejando allí tirado a Edward,se
marcharon. Entonces llegó la madre de Edward,que vio lo que había sucedido y
llegó hasta él llorando diciendo:
-¿Qué has hecho? ¿Qué pretendías...?
A él le daba igual su estado. Ahora
mismo lo que más le preocupaba era Minerva.
Mientras tanto,Minerva se hallaba ya
en sus aposentos llorando descontroladamente tumbada en su cama preguntándose
si habrían matado a Edward o no. De repente,se abrió la puerta y el padre de
Minerva apareció,furioso. Comenzó a gritar:
-¿TE HAS VUELTO LOCA? ¿QUÉ
PRETENDÍAS HACER,EH?
Minerva no contestó. Sólo se limitó
a meterse dentro de la cama y no dirigirle la mirada a su padre. Este viendo el
gesto de su hija,abandonó la habitación y Minerva comenzó a llorar mientras oía
como su padre o quién fuese echaba la llave a la puerta de su habitación.
A la mañana siguiente,Minerva oyó
como la puerta de su dormitorio se abría. Pero no eran los pasos de su padre
los que oía,sino los de una mujer.
-Señorita,¿se encuentra usted bien?
Le traigo el desayuno.
Era Clarise,la madre de Edward.
Cerró la puerta y en unos susurros se acercó más a Minerva y le dijo:
-Mi hijo-cuando dijo la palabra
''hijo'' bajó aún más la voz-me ha enviado a echarle un vistazo y de paso...
Entregarle esta carta de él.
Cuando dijo esto Minerva se levantó
de un salto y cogió la carta de la bandeja en la que la mujer le traía el
desayuno.
-Clarise... Gracias.-aclaró Minerva
dándole un abrazo a Clarise.
Clarise abandonó la estancia dejando
a Minerva sola,con la carta. Minerva abrió la carta y lo único que se encontró
era: ''Espero
que estés bien... Es para ti. Sólo tú y yo sabemos abrirlo. Te quiero''
Entonces,vio que debajo de algunas mantas
que había dejado Clarise para que minerva se lavara,había algo. Lo cogió.
Era... Era un medallón. Lo abrió y se encontró un retrato de ella y de Edward.
Era cierto. Sólo ella y él sabían abrirlo porque el medallón se abría con un
mecanismo que ella y Edward se habían inventado cuando eran niños.
Esa tarde,Minerva recibió de nuevo
la visita de su padre. Ella se encontraba metida en su cama,tapada y mirando el
medallón. Su padre no veía lo que hacía así que no se enteró de lo del
medallón.
-Minerva,mañana vamos a hacer una
celebración con honor a tu casamiento. Por la mañana Clarise te traerá el
vestido que deberás llevar.-dijo el padre se Minerva y acto seguido abandonó la
sala.
Otra vez se oyó la llave. Como se
cerraban las puertas... ''No voy a asistir'',pensaba Minerva. Ya era de noche.
Se durmió.
A la mañana siguiente,Clarise
apareció con un vestido fino,elegante y sofisticado que,según Clarise,el padre
de Minerva lo había comprado con razón de que ese mismo día,por fin,su
prometido y ella,se conocerían. Sin conocerlo lo odiaba. Hasta su nombre lo
odiaba. Alejandro. Clarise le dijo a Minerva en un susurro:
-Mi hijo quiere que le diga que hoy
durante la fiesta la esperara en vuestro lugar. Sólo me ha dicho eso.
Ahora,póngase el vestido por si hay que arreglarlo.
Esto,a Minerva,le alegró el día y le
hizo caso a Clarise. Se puso el vestido. Le quedaba muy bien. No había que
hacer arreglos.
A las pocas horas de
almorzar,Clarise apareció para ayudar a Minerva a ponerse el vestido y a
peinarse.
Allí vio a su padre parlar con un
muchacho de la misma edad que Minerva. Era alto,rubio y apuesto.
Según su padre era muy inteligente y se le daban muy bien los negocios.
Según su padre era muy inteligente y se le daban muy bien los negocios.
-¡Ah! ¡Aquí estás,mi queridísima
hija! Te presento a Alejandro,tu prometido.-dijo lo de ''queridísima hija'' con
un poco de ironía.
En ese preciso instante Alejandro se
volvió y se quedó atónito de la ''belleza'' de Minerva.
-Un placer conocerla.-dijo este
arrodillándose y besándole la mano.
-Ojalá pudiera decir lo
mismo.-contestó Minerva apartando la mano.
-Lamente el comportamiento de mi
hija,-empezó a soltar el padre de esta-es que no se encuentra muy bien.
-Ninguna molestia. ¿Me concede este
baile,Minerva?
Minerva se extrañaba de lo que
estaba sucediendo. Le había apartado la mano de muy malos modales y ni se había
enfadado.
-De acuerdo,solamente uno.-dijo
Minerva para que nadie sospechara de a donde iba a ir dentro de unos minutos.
Alejandro cogió de la mano a Minerva
y comenzaron a bailar. Cuando se acabó el baile Minerva dijo:
-Me temo que tendrá que excusarme.
-Un placer haber bailado con
usted, Minerva.-le contestó Alejandro muy simpáticamente y con una sonrisa
dibujada en su rostro.
Minerva sin más dilación se dirigió
a la parte trasera de la casa,donde se encontraban los árboles que habían
plantado Edward y ella cuando eran niños.
Allí vio a Edward. Cuando lo vio,fue
corriendo hacia él y le dio un abrazo.
-¿Cómo estás? ¿Qué te
hicieron?-preguntó Minerva en unos susurros.
-No hay tiempo que perder,tenemos
que irnos... No tardaran en darse cuenta de que no estás...
-¿Irnos? ¿Así? ¿Ahora? ¡No podemos!
Edward se quedó atónito.
-¿Cómo?-preguntó este-¿No te quieres
ir de aquí para siempre?
-¡Claro que sí! Pero,¿así?
-¿Así,cómo?
-Tan rápido... Si preparar nada...
-De acuerdo,dentro de una semana nos
iremos lejos de aquí y no volveremos,¿te parece?
-Sí... ¿No te habrás
cabreado,verdad?
-¿Contigo? Jamás.
Edward se despidió de Minerva y le
dijo:
-Mi madre ya te informará de dónde y
cuándo nos encontramos. Adiós.
Minerva se fue corriendo y volvió al
baile. Allí,se encontró con que su padre y su ''prometido'' estaban hablando
acerca de la boda:
-Tenéis que casaros cuanto antes...
-Pero su hija...
-¡Mi hija está impaciente! Os
casaréis mañana por la tarde.
-De...De acuerdo.
Entonces Minerva salió
corriendo,llorando,hacia su habitación y se encerró. ''¿Por qué la vida es tan
injusta conmigo?'',pensaba entre sollozos. No tenía sentido llorar. La vida no
iba a ser un camino de rosas por donde pasarían sin complicaciones. Así
que,para que Edward supiera que lo amaba y quería irse cuanto antes,decidió
escribirle una carta. Una carta en la que ponía:
Mi amado Edward,
Mi padre ya ha dictado la fecha de la
boda... Será mañana. Por eso he pensado que ya es hora de fugarnos y vivir
juntos para siempre. Por eso quiero,que si estás de acuerdo conmigo,te reúnas
conmigo en las afueras del pueblo al amanecer y nos vayamos lejos,lejos de
aquí,donde nadie pueda encontrarnos. Espero que no faltes.
Minerva,tu
amada.
Minerva le entregó la carta a Clarise para que se
la entregara a Edward y Clarise así lo hizo.
Un poco antes del amanecer,Minerva
concluyó de hacer la maleta y de vestirse. Cuando terminó,alguien llamó a la
puerta. Minerva se asustó.
-¿Minerva? Soy yo,Clarise.
Ábrame.-dijo Clarise entre susurros.
Minerva abrió la puerta y acto
seguido Clarise entró y cerró la puerta tras ella.
-Mi hijo ha recibido la carta y la
espera allí desde que amaneció. Buena suerte,hija.
Minerva se lanzó por la ventana como
había echo la otra vez y se dirigió a los establos,cogió un caballo y se
encaminó a las afueras del pueblo. Ya empezaba a ver a su amado. Eso la empujó
a ir más rápido. Al fin llegó. Cuando llegó,allí se encontraba
Edward,esperándola,tal como había dicho Clarise.
-¿Preparada? Por fin... Esta vez sí.
Al fin una vida juntos.
Y así se alejaron. Por fin,se
estaban alejando de aquel lugar que los había tenido retenidos tanto tiempo.
''Adiós,infierno.'',pensaba Minerva
mientras se apretaba el medallón que le colgaba del cuello.
Las leyendas dicen que Minerva y Edward
siguen galopando juntos
en busca de un lugar donde vivir juntos
y tranquilos,
todavía siendo jóvenes.
Se dice que quién encuentre el medallón
con la foto
de Minerva y Edward y lo abra,la foto
se convertirá en una
foto de la persona que encuentre el
medallón y de su
ALMA GEMELA.
Pero esto es sólo una historia,
¿no?
Ariadna Ceacero Arellano. 6º Curso de Primaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario